El movimiento del cuerpo no sólo
es un proceso físico, sino también emocional y social, que puede potenciar y favorecer la
salud de las personas en diversos planos.
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Francine La Rubi y Luciana Meira |
Indican que el movimiento, desde el punto de vista
psíquico, puede ser un fenómeno complejo ya que “pone en juego simultáneamente casi todos los aspectos psicológicos de una persona: es
consecuencia de la atención, de la memoria, es necesario tomar decisiones y
ponerlas en ejecución; se despiertan sensaciones, ideas, sentimientos y
emociones; emerge el subconsciente, y se despiertan los vínculos sociales. En
realidad la potenciación es bilateral ya que los aspectos psíquicos
potencian el movimiento y viceversa”.
La danza como medicina
La danza es la medicina recetada ante varias
circunstancias de afecciones que involucran el sistema nervioso: uno de los
ejemplos recientes que mayor notoriedad ha cobrado es el programa desarrollado
por el English National
Ballet junto a la organización Dance for Parkinson’s, que propone enseñar esta disciplina a adultos mayores que sufren esta
enfermedad como un modo de paliar algunos sus efectos y estimular su
integración social y cultural. Nuestros especialistas cuentan cuál es el
principal beneficio en este sentido: “Particularmente en la enfermedad de
Parkinson existe una alteración progresiva de las
vías neuronales encargadas del movimiento. Con la danza además
de las vías neuronales del movimiento se ponen en juego áreas encargadas de las
emociones, los sentimientos, el ritmo, que se encuentran vinculadas con las
vivencias personales del movimiento. Esto permitiría que las vías aún intactas
se refuercen y aquellas que se encuentran afectadas sean estimuladas desde
distintas regiones funcionales del cerebro. Entonces el movimiento se
vería potenciado por retroalimentación positiva facilitando el entrenamiento y
el reaprendizaje de patrones de movimiento fundamentales en la intervención con
personas con enfermedad de Parkinson”.
El caso es que, de todos modos, todo estado psicológico puede verse beneficiado por la danza.
Explican que: “Ya sea que implique una vivencia positiva o negativa, la danza
puede ser una herramienta para transformar, desarrollar, fortalecer, promover
estados psicofísicos cada vez más adecuados según lo que cada cual necesite.
Debido a que la danza involucra aspectos psicológicos, físicos y sociales
específicos, es cuestión de orientar dichos aspectos según las necesidades de
cada persona y de sus posibles afecciones psicológicas”.
Por su parte, la danza, al tratarse de una disciplina
artística, pone en juego uno de los aspectos más complejos que envuelven al
desarrollo del ser humano: la creatividad.
“Es, tal vez, la síntesis de todas las funciones mentales puestas en práctica a
través del movimiento corporal. No importa en qué disciplina, profesión o
actividad se desarrolle el ser humano, su búsqueda se orienta a la búsqueda
constante de nuevas relaciones entre los objetos que lo rodean, con el objetivo
de optimizar la vivencia personal y vincular. Por este motivo, cuando se
despierta la capacidad creativa, se despierta el cuerpo y la mente, se abren
posibilidades y caminos para enfrentar los conflictos inherentes a la vivencia
personal, se amplían los límites psicológicos y emocionales, se refuerzan y
fortalecen hábitos adecuados, y además se regulan los estados físicos. Con lo
cual se promueven estados cada vez más saludables en todos los sentidos”,
acentúan nuestros especialistas.
No haberse movido “nunca antes” en términos dancísticos
no debiera ser motivo para dejar de hacerlo en cualquier momento de la vida:
“De una u otra forma, todos tenemos la capacidad de movimiento con variables en
el grado de habilidad. Esto en sí, es suficiente para acercarse a la danza.
Inicialmente uno debe tomar consciencia del estado en él se encuentra respecto
al movimiento corporal y en relación a su vivencia psicológica. De acuerdo a
esto no existe una sola forma conveniente de empezar en la danza,
sino que depende de estado particular en el cada uno se encuentra respecto al
movimiento”, concluyen.
Por Maria José Lavandera (Revista Revol)